El cerezo fue introducido en la Península en la Alta Edad Media por los árabes, que lo implantaron, inicialmente, en los taifas del Valle del Ebro y, posteriormente, en tierras de Cáceres, con una particular incidencia en el Valle del Jerte.

Las cerezas son frutos que se pueden disfrutar desde abril hasta agosto y que es recomendable consumir sin que transcurra demasiado tiempo desde su recolección, a fin de que no pierdan ni sabor ni aroma. Actualmente, el cerezo se cultiva en casi todos los países del mundo, si bien sus principales productores son Turquía, Estados Unidos, China, España, Chile, Japón y Australia.

El valor calórico de las cerezas, pese a su riqueza en hidratos de carbono, es moderado frente a otras frutas; así, 100 g tienen 58 calorías. También contienen importantes cantidades de fibra, lo que hace que contribuyan a facilitar el tránsito intestinal. Respecto a su contenido en vitaminas y minerales, en cuanto a las primeras destacan, aunque en pequeñas cantidades, la provitamina A y la vitamina C; en lo que se refiere a los segundos, el potasio y, en menor medida, magnesio y calcio,

Junto a su atractivo sabor, las cerezas poseen propiedades que las hacen igualmente deseables desde el punto de vista del cuidado de nuestra salud:

  • Contienen fibra vegetal de tipo solubre, lo que explica su suave efecto de laxante e hipolipemiante.
  • La presencia de ácido salicílico en su composición, aunque en pequeña cantidad, confiere a las cerezas acción antiinflamatoria y antirreumática.
  • Riqueza en potasio y agua hace que las cerezas produzcan un beneficioso efecto diurético especialmente en casos de gota y cálculos renales, ya que facilitan la eliminación de ácido úrico y sus sales.
  • Las cerezas contienen antocianos y ácido elágico, dos sustancias naturales que les proporcionan capacidades antioxidantes, permitiéndoles combatir a los temibles y nocivos radicales libres, origen de enfermedades cardiovasculares y aceleradores del proceso de envejecimiento.
  • Por último, hay que señalar que el hecho de que más de la mitad de sus azúcares esté constituida por fructosa, hace que las cerezas, en cantidades moderadas, sean bien toleradas por las personas diabéticas, quienes, no obstante, han de tener en cuenta que el contenido en azúcares es mayor en el caso de los frutos más tardíos.

 

 

 

 

 

 

Carmen Sierra
Directora de Clínica Harmonie